¡Viviendo el cielo en la tierra!
Que el Señor te bendiga y te guarde querida amiga, y que Su paz llene tu corazón. Gracias a Dios por esta nueva oportunidad de compartir y unirnos en un mismo sentir: fortalecer nuestra fe y conocer al Señor. El mensaje de este mes viene lleno de sabiduría, del corazón y la mano de una invitada muy especial, ella y yo anhelamos en Dios que este tiempo de lectura y meditación sea de gran bendición para tu vida, la que nuestro Salvador nos llama a tener.
¡Viviendo el cielo en la tierra!
Versículo clave: Juan 17:3
Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
Cuando pensamos en la vida, muchas veces nuestra mente se dirige a los años que tenemos, a nuestra forma de ser o incluso a los hábitos que hemos adquirido. En los versículos donde vemos la palabra “vida” en español no se hace distinción a que el texto original en griego diferencia tres tipos de vida: una vida bios, referente a la vida biológica que tenemos todos los seres vivos, otra vida es la vida psychē, referente al alma y por último la vida zoe la que recibimos cuando nacemos de nuevo en Cristo Jesús por medio del Espíritu Santo.
Un ejemplo donde vemos estos términos es Juan 12:25, que dice: “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.” La vida que podemos amar o aborrecer a la que se refiere aquí en la traducción griega es la vida psychē, la vida eterna es la vida zoe.
La vida zoe es a la que se refiere Jesús en Juan 17:3, una vida eterna que solo se encuentra en Jesús, pero también es Jesús mismo y lo vemos cuando él dice que es el camino, la verdad y la “vida”, en Juan 14:6. Es la vida espiritual que empezamos a vivir cuando pasamos de estar muertos en delitos y pecados a vida eterna con Cristo (Juan 5:24).
Ahora bien, ¿estamos esperando morir en nuestra vida bios para experimentar la vida eterna? ¿Pensamos que solo en el cielo viviremos la promesa de vida eterna? Este versículo nos deja ver que cuando conocemos a Dios a través de Su Hijo, podemos vivir la vida eterna en la tierra.
Veamos Juan 14:7 que dice “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.” Conocemos al Padre por medio del Hijo y al Hijo por medio de su palabra.
Si ya Jesús nos dice que podemos vivir la vida eterna en la tierra, centrémonos en dedicarle tiempo a conocer al único Dios verdadero para que nuestro caminar en este mundo sea la vida eterna que Jesús nos promete mientras le conocemos. Cuando conocemos a Jesús, nuestra respuesta en adoración será obedecer Su palabra y vivir conforme a Su voluntad. Porque esta vida no existe fuera de Él, por más salud física o emocional que tengamos, apartados de Dios no tenemos posibilidad de experimentarla, sin embargo, Él es quien la hace posible en nosotros, nuestra parte es conocerlo con todo el corazón como dice el Salmo 119:2.
Que nuestro andar diario sea la búsqueda del conocimiento de Su santidad, que nuestro deseo sea Su presencia, porque se trata de encontrarnos con Jesús, quien es la vida misma que anhelamos. Él es suficiente para nosotros y en Él estamos plenos como dice Colosenses 2:9-10. Que las “otras vidas” (bios y psychē) se sometan a la vida zoe y así construyamos nuestra vida eterna, conociendo al Señor, experimentando el cielo en la tierra. Como oramos en el “Padre Nuestro”: Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.