Ora, Espera y Confía…

Gracia y Paz del Señor sea en tu corazón y en la vida de los tuyos. Un nuevo mes, y con el una nueva oportunidad para fortalecernos juntas en nuestro Creador. Esta vez, compartiendo un mensaje lleno de sabiduría y fortaleza, bajo la colaboración de una amiga muy especial y hermana en la fe.

¡No te canses de orar, Dios ya ha comenzado a obrar!

 

No sé si te ha ocurrido que te desanimas un poco en medio de los procesos o de los momentos difíciles, y mucho más si son largos, ¡pues a mí me ha pasado! Pero también con el tiempo, he entendido que Dios se toma su tiempo para obrar primeramente desde lo profundo de mi corazón, porque es allí donde él quiere comenzar a limpiar, a sanar y a transformar, antes de mostrar su poder y gloria a través de la respuesta o bendición que él tenía preparada para mí. 

Y esto es lo que él hace también en tu vida querida amiga en medio de tu tiempo de preparación, mientras esperas la respuesta de Dios en tu situación. En la espera Dios gesta el mayor milagro: transformarte más a la imagen del carácter de su Hijo Jesucristo. 

 

 

Por eso la Palabra de Dios es tan oportuna para recordarnos diariamente y salvarnos de caer en las trampas de este mundo, cuando nos advierte que NO nos amoldemos a las ideas, estándares o ideologías de este mundo sino que seamos transformados mediante la renovación de nuestro entendimiento. Y esto solamente es posible cuando pasamos tiempo escudriñando la Palabra de Dios en total dependencia del Espíritu Santo y orando sin cesar para ser fortalecidos, animados y consolados en medio de “la espera”.


En un mundo donde todo se está volviendo cada vez más sistematizado y muchas cosas requieren menor tiempo para acceder a ellas, actividades como tener que hacer una fila, esperar el autobús que se retrasó o la llegada de un paquete de Amazon, se tornan en situaciones molestas e incluso, que podrían llegar a ser inconcebibles para muchos. 

El mundo está programando las mentes para obtener lo que desean, tan pronto como hacen “clic” en sus dispositivos, y como creyentes, tú y yo no estamos exentos de ser arrastrados por esta corriente de la inmediatez y la falta de paciencia en los tiempos de espera. Es por esta razón que como pueblo de Dios nos enfrentamos a una serie de desafíos que se reflejarán en nuestra vida cristiana, más de lo que podríamos pensar.

Me refiero a desear por ejemplo, que los procesos que atravesamos pasen rápido, que las dificultades o problemas se resuelvan con prontitud, que nuestras oraciones sean respondidas a la mayor brevedad posible por Dios y así mismo, deseamos que nuestro crecimiento y madurez espiritual tomen poco tiempo también. 

Pero la realidad es que el tiempo de Dios es completamente diferente al nuestro, Dios es especialista en tomarse su tiempo para refinar y pulir el carácter de sus hijos conforme a lo que él planeó que fuéramos, aún desde antes de la fundación del mundo: santos y sin mancha, como leemos en Efesios 1:3-10. Y desde luego, esto sólo es posible a través de la obra santificadora, llevada a cabo por el Espíritu Santo, la cual tomará todo el tiempo de nuestra vida como creyentes hasta que estemos en la presencia de Dios. 

Dice el apóstol Pablo en Romanos 12:2 “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.


La clave está en sacar el mundo de nuestro corazón y mente y llenarlos de las verdades del evangelio, para que sea renovado nuestro pensamiento conforme a lo que dicta Dios para nuestra vida. Sólo así podremos entender cómo él se toma su tiempo para responder a nuestras oraciones y para obrar milagros en nuestras vidas mientras obtiene de nosotras algo mucho más valioso para él, y desde luego lo será para nosotras también, como es crecer en la fe, en la paciencia y en la virtud de un corazón afable y apacible, enfocado en el Señor, el dador de todas las cosas, antes que en la bendición que nosotras esperamos recibir de él. 

Quizá para ti y para mí, esa petición que tenemos delante de Dios signifique todo en nuestra vida: quizá sea la sanidad de un ser amado o de nosotras mismas ante un diagnóstico desfavorable, un empleo en momentos de escasez, resolver un conflicto con alguien cercano, la restauración de nuestro matrimonio, un milagro en medio de un proceso de infertilidad o puertas abiertas para salir de tu ciudad o incluso del país por temor a alguna amenaza. 

No sé qué petición tienes delante del trono del Señor, pero lo que sí puedo decirte es que las mejores cosas toman su tiempo en las manos del alfarero, a diferencia de lo que el mundo ofrece. Dios está tomando su tiempo para cimentarte en la fe sólo en él, por ello necesita renovar tu mente de pensamientos egocéntricos tales como: “mi esperanza está puesta en lo que yo haga por mí misma”, o “en lo que otra persona haga por mí”, o “está en mis recursos, capacidades, sabiduría o influencia”, y que tu mente transformada por la Palabra, sea dirigida únicamente al dador de la vida, a Jesús el único que puede transformar nuestra situación de maneras que no alcanzamos ni siquiera a imaginar. 

Donde aún nuestra mayor pérdida, él la convertirá en ganancia; donde tu llanto, él lo convertirá en gozo, un gozo indescriptible; donde la marea y la agitación de nuestra vida por los problemas que atravesamos, él la convertirá en paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:6-7). En medio del sufrimiento y del dolor, sólo él es la respuesta, sólo él es la salida, solamente Jesús es nuestro verdadero ayudador. 

Así que cuando el mundo te ofrezca soluciones exprés para tus problemas, yo te recomiendo con amor, que pases tiempo en la presencia de Dios, que rindas tu vida a él, que abraces el proceso, por difícil que parezca, que encomiendes tu dolor al Señor, que te llenes de su Palabra para conocerlo más a él y ver qué promesas tiene para ti, que pongas la mirada en él y no en ti misma y en tu necesidad. Y  sólo después de un tiempo, comprobarás cómo Dios ha obrado todo para tu bien, para fortalecer tu fe, para madurar tu carácter, para hacerte más humilde, para que tu oración sea menos egocéntrica y más conforme a la voluntad de él y entonces te deleitarás en Su voluntad porque verás que realmente es buena, agradable y perfecta. 

No te canses de orar, una y otra vez, por esa petición que aún no ves hecha realidad, confía y espera con paciencia, porque con toda seguridad Dios ya ha comenzado a trabajar primero en tu interior y en quienes están a tu alrededor, y ¡lo mejor aún está por venir!

Isaías 55:8-9 “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.

 

Con amor tu amiga y hermana en la fe, Nancy.

Previous
Previous

¡Mi debilidad es suya!

Next
Next

¡Solamente CREE!